La vida según Manolín

El viejo lobo de mar empezó a trabajar con 12 años en una serrería, ha sido contramaestre del Náutico, navegó los siete mares y conoció el arranque de la época dorada de la vela ligera

Manuel Macías Artiles nació el 21 de octubre de 1936 en La Isleta (Las Palmas de Gran Canaria). Ha cumplido pues, los 82, pero sigue derecho como una vela y muy presente en el ambiente náutico grancanario,  donde todo el mundo lo conoce como Manolín a secas. En estos últimos tiempos pasa las mañanas de los días de diario en la base de la vela latina, en el muelle deportivo de la capital grancanaria, entre amigos. 

Las manos de Manolín y uno de sus trabajos.

“¿A dónde iba a ir?”, se pregunta con un gesto como el de quien cuestiona lo evidente. Lo dice casi al final del relato de su vida cuando estábamos ya más allá de la jubilación.

“Pues me vine a la vela latina”, se responde.  Y agrega: “Me acogieron bien. González, el presidente del bote Catalina, y Luis Martínez, al que conocía yo de muchos años del club (Náutico) viejo. Un hombre maravilloso, él y sus hijos. Me vine a hacer las costuras a los botes sin cobrar un duro, los estay, las drizas, las burracas”.

Esta de la vela latina es por ahora la última etapa de una vida muy marinera. Manolín inicia el cuento en “la serrería de maestro Paco, en Las Alcaravaneras”, cuando con 12 o 13 años empezó junto a otro niño a descargar camiones de madera. Sería el año 1948 o 1949.

(Hay que ponerse en situación, la 2ª guerra mundial había acabado en 1945,  Franco gobernaba España con mano de hierro, y, entre una cosa y otra, la economía canaria hacía lo que podía)

Poco después el niño Manolín cambió la serrería por “el varadero de los Jorge” y en 1954 se enrola como marinero en el Real Club Náutico de Gran Canaria. Son los tiempos aún del ‘club viejo’, aquel palafito de madera que se levantaba en el Puerto de la Luz.  

“Fui de marinero. Germán Betancor -el encargado-, Tomás Hernández, Juan Mentado y Agustín González, que era de Agaete: ése era el equipo de marineros. Después nos pasamos al club nuevo, en lo sesenta”.

Manolín evoca una época en la que el embarcadero del club era ya un hervidero. Aquellos “lobos de mar”,  como llama a los niños de entonces, llevaban “los salvavidas antiguos y mantas para mojarlas y que cogieran más peso. Lo hacían para poder navegar con más viento. Cuando llegaban al varadero parecían pelotas que venían de la mar”.

Un buen día el presidente del RCNGC que entonces era Fernando Giménez Navarro (1966-1971) lo llamó para que se hiciera cargo de la marina ya que Germán Betancor dejaba el club. “Me probó y al cabo de dos meses me dijo: ‘te voy a mejorar un poquito el sueldo’. Me parece que cobraba 1.000 y pico pesetas al mes … o 2.000”.

En el Náutico, donde estuvo hasta 1979 -interrupciones aparte-, llegó a ganar cerca de 70.000 pesetas al mes. La interrupción se produjo cuando le entró la jiribilla y para calmarla pidió a un socio del club que le buscara “una chatita holandesa”. No, Manolín no buscaba novia  ni nada parecido, quería un barco. Lo logró y pasó dos años embarcado. “Recorrí los siete mares como marinero. Tenía una libretita en la que, cada vez que iba a puerto, apuntaba el día que llegaba y… pero la perdí”.

De joven, en el varadero del club.

Tras dos años por los siete mares, regresa al Náutico hasta 1979, año en que este hombre inquieto vuelve a cambiar de trabajo. Se va a ‘la Mercury’ de Antonio Falcón, un taller de motores de esta marca que estaba en la Casa Cumbre.  Cuando ya en ‘la Mercury’ lo iban a convertir en “hombre de confianza”, nueva mudanza. 

De nuevo acude a un socio del Náutico para que le ayude a conseguir un puesto de trabajo, es ta vez en los remolcadores. “Estando en ‘la Mercury’ me llamó: ‘presentate al capitán Juan Garrido´. Me hizo una entrevista, si sabía esto y lo otro,. ‘Empieza a trabajar el día primero del año 81, el día de mi santo. Me fui al ‘Orotava’, estaba de patrón uno de Lanzarote. Estuve 16 años en los remolcadores, me recorrí todos: ‘Roque Nublo’,’ Anaga’… Como marinero, embarcado.

Manolín siguió con este trajín hasta el 96, cuando se retira con 60 años.  El retiro no es completo del todo. “Por aquel tiempo estuve en el Club Varadero, me puse a la náutica, y tenía de mantenimiento un barquito de 12 metros. Pero el dueño vendió el barco y …

(esto ya lo hemos contado)

¿A dónde iba a ir? Pues me vine a la vela latina. Me acogieron bien. González, el presidente del bote Catalina y Luis Martínez …

A Manolín las costuras de las enseñó “un tal Pancho Sosa”. Cita también a Domingo Oramas, “Un viejo lobo de mar del año 54, llevaba el Porteño”. Gracias a ellos y otros veteranos y sobre todo a su empeño, nuestro hombre es tenido ahora por un virtuoso de  la cabuyería, disciplina que utiliza términos como purguera, trenzar el cable, hacer costuras.

“Mis costuras no se van (no se sueltan) están garantizadas. También”, agrega Manolín,  “hago los embutidos, ahora hago mi trabajito para los extranjeros, me dan el cabo y yo lo trabajo”.

Eventos como la regata ARC deparan tarea al viejo marinero. «Las costuras embutidas deben llegar al Caribe».

Casado con Concepción Pérez Álamo, la pareja tiene tres hijos (Araceli, Manolín y Javier), y cuatro nietos: Dara, Niche -marino como el abuelo-, Unay y Leyre.

Por Ángeles Arencibia

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