La vicepresidenta de la Federación Insular de Vela de Gran Canaria ha navegado en Optimist, 420, crucero, tablas, Vela Latina, soling y ahora en snipe
A Eugenia Cantero (Las Palmas de Gran Canaria, 1970) todavía hay quien la llama por su apodo, Chipirona. Esto ocurre en los ambientes más castizos de la vela ligera grancanaria, en sitios como el varadero del RCNGC donde empezaron a apodar Pulpito a su padre, José María Cantero, por su habilidad, dice ella, para echar una mano a todo el mundo.
“Sería porque tenía más brazos que un pulpo, no sé si el apodo se lo puso Juan Blanc, el dueño del balandro Aldave, o don Arturo, un amigo de mi padre que estaba todo el día metido en el varadero ayudando a los niños”.
Después, cuestión de familia, bautizaron como Chipirones a los hermanos -José María y Ernesto-; Pulpita fue la madre; Choco el sobrino, y ella misma, ya se ha dicho, Chipirona o Medusa”.
De poca gente se puede sospechar con más razones que tal vez tenga salitre en las venas que de Eugenia Cantero. Ha navegado en casi todo (optimist, crucero, 420, soling, windsurfing, snipe, vela latina), ha sido directiva del RCNGC, hoy es vicepresidenta de la Federación Insular de Vela de Gran Canaria y desde 2006 está vinculada al gabinete de comunicación del Mundial de Windsurfing de Pozo Izquierdo.
Sus hermanos mayores navegaban y su padre era juez de regatas en el Club Náutico y en la Vela Latina, así que la pequeña de la familia se crió entre cabos, obenques y golpes de mar. En 1978, con 8 años, acudió al cursillo de vela de la Escuela Joaquín Blanco Torrent, en Puerto Rico, donde coincide con gente como el hoy entrenador Pacuco Díaz.
Llegó de Puerto Rico y sobre la marcha se integró en los entrenamientos de optimist del RCNGC para navegar todos los fines de semana.
Con las amigas en el ´Gran Cocotero´.
“Empecé a hacer amigas. Nos esperábamos en las boyas, esa es la parte bonita del grupo C (el de iniciación). Nos esperábamos en las boyas para prestarnos el achicador y entrar juntas en la meta. Si una iba muy adelantada, esperaba a la otra”.
“Ahí conocí a Laura Boissier, Aida García Tuñon, Isa Nuñez, Marta Alvarez, Sonia Siemens, que siguen siendo mis amigas de hoy en día. Entre los niños estaba Javi Álvarez, Pacuco, Vicente Monzón, Hubert Lang-Lenton, José García Tuñón, Francis Bautista …. gente que estaba todo el día metidos en el varadero”.
A los 14 años abandona la clase Optimist y se sube al 420 con Laura Boissier. “El 420 es un barco de una transición fantástico, no es muy grande y controlas bien los sistemas”. Esta etapa le permite, además, viajar a la Península para participar en regatas, y conocer “a mucha gente”.
De forma paralela, Enrique Boissier, padre de Laura, la invita a navegar en el Cocotero. “Con él tuve la oportunidad desde muy joven de ir a regatas de cruceros; empecé en la San Ginés. Aprendí muchísimo de la clase crucero. En aquel tiempo estaba todo el día en el agua: en 420 o en crucero.”
A los 19 años se plantea cambiar de clase. “O te pasabas al 470 o lo dejabas, porque ya no tenía mucho sentido”. Empieza a estudiar ingeniería naval, después cambia a empresariales. Sigue en la clase crucero con Enrique Boissier y también se enrola con Diego Bentancor, en el Trip, en una tripulación totalmente masculina. “Empezaron a llamarme Manolo y pasé a ser una más”, recuerda entre risas. “Fue una época muy divertida que hoy en día todavía recordamos”.
En este momento recibe la invitación de Ana Llacapara unirse a su proyecto olímpico en la clase soling.
Con Laura Boissier y el 420, en alguna regata nacional.
“Pero justo yo había empezado a trabajar en el periódico La Gaceta, después en Canarias7, y no podía con los viajes. Me dio tiempo de entrenar una temporadita con Luis García Tuñón”.
La Vela Latina
En 1995 surge la oportunidad de navegar en un bote de Vela Latina. Mimi González lidera “un proyecto muy bonito de integrar a la mujer en la Vela Latina” y la invita a participar. González ficha a Laura Boissier y a Eugenia por su experiencia en el mar. La primera tripulación femenina de un bote de Vela Latina se completa con estudiantes de Educación Física de la ULPGC, que, aunque no tienen experiencia de navegación, aportan su preparación física.
“Fue muy bonita la experiencia. El primer año hicimos solo los concursos (una de las competiciones que integran la temporada de la Vela Latina), porque hubiera sido muy duro hacerla completa”.
Aún no existía la base náutica y los botes se preparaban en “la punta del muelle”.
La temporada siguiente (96-97) la tripulación femenina hizo la temporada completa. “Nos prestaron un bote -risas- era un submarino, horrible, tragaba mucha agua”.
Eugenia Cantero destaca momentos cruciales de los dos años de esta primera tripulación femenina de la vela latina.
“Uno de los momentos clave fue el primer día que conseguimos salir del túnel un día de mucha castaña (la salida de la regata con mucho viento en La Laja es una maniobra arriesgada que requiere destreza y coordinación, si no el bote vuelca). Cuando lo conseguimos nos ganamos el respeto de los otros botes”.
Primer bote femenino de vela latina.
El otro momento fue la primera trabucada (vuelco), una maniobra complicada con un bote. “Al llegar a tierra, tres horas después, en la punta del muelle nos esperaba un hombre con una botella de ron miel y un vasito de cristal; era para que entráramos en calor”
Y hay un tercer momento: “Ganamos al Morales (el bote Tomás Morales, uno de los favoritos) en una pega. Fue una regata ganada superbien, con muchas maniobras”.
A juicio de Eugenia Cantero, la experiencia que lideró Mimi González sirvió para que al siguiente año se incorporara un bote nuevo para una tripulación femenina, pero sobre todo para que la gente de la vela latina viera que en ciertos puestos podía ir una mujer y hasta era mejor llevar una mujer, como puede ser a razonar o a abrochar.
Hoy muchos botes llevan mujeres, gracias a la experiencia que se inició en 1995 y que posteriormente continuó con el Tara. Eugenia siguió navegando un tiempo, hasta que su trabajo en la sección de deportes de Canarias7 lo hizo imposible.
Durante esos años compaginó su trabajo con regatas de crucero, de barquillos de vela latina y de botes. “Tuvimos la oportunidad de participar en una Copa del Rey en un proyecto femenino que compartí con Ana Llaca y varias tripulantes que había conocido en los botes. Fue una experiencia inolvidable, vernos con un Brenta en medio de aquella inmensa flota de cruceros, con tripulaciones profesionales”.
En el bote ‘Guerra del Río’.
Optimist, 420, cruceros, soling, Vela Latina ….. tablas
Años después, Eugenia empieza a frecuentar la playa de Salinas (en Arinaga) para acompañar a su pareja, Luis, que se había apuntado en un curso de windsurfing.
“Me dije: voy a probar”.
Probó, hizo un curso, le gustó, compraron material y empezaron a navegar juntos.
En 2006 las gemelas de Pozo Izquierdo, las hermanas Daida e Iballa Ruano, que están enfrascadas en la potenciación del windsurfing femenino, invitan a Eugenia a participar en un trainning camp en Tenerife.
“Pasé una semana entrenando con 60 mujeres, algunas venían de Hawai, otras de Alemania, de distintas partes del mundo. Después de la semana de Tenerife me quedé enganchada. Ellas motivan mucho. La primera vez que llegué a Pozo Izquierdo lo hice con ellas, fue un lujo navegar por primera vez en ese spot emblemático. Entonces se creó un grupito en Pozo Izquierdo con el que quedo para ir a navegar y una amistad para toda la vida. Forman parte de mi vida”.
Hoy Eugenia ha vuelto a navegar los fines de semana en el RCNGC. Ahora en la clase snipe que vive un momento de auge en el club de la playa de Alcaravaneras.
Copa del Rey 1997.
“He vuelto al gusanillo de navegar los fines de semana. Con Fernando Marrero, Gustavo y Yeyé del Castillo, Fernado León con Antonio del Castillo, Fernando Juarez, gente nueva. Solemos salir siete barcos dos veces al mes,. Hacemos una liga de snipe. Hemos recuperado la cosita de la regata, la competición.
Hay muy buen ambiente”.
El por qué:
“Tengo una necesidad vital de estar en contacto con el mar. A lo largo de mi vida he ido navegando en aquello que me daba la oportunidad de seguir estando en contacto con el mar. Me he ido adaptando en función de los diferentes momentos de mi vida”.
Para los niños
“Considero que el deporte de la vela y el mar, practicado desde la infancia, aporta muchos valores en la educación de los niños, te forman en la capacidad de tomar decisiones, de ser independiente y de enfrentarte a tus miedos. Por lo menos, yo siento que ha sido así conmigo. Siempre he animado a los padres, de amigos y conocidos, que le den la oportunidad a sus hijos de probar la vela, y creo que debería ser una actividad incluida en la educación infantil. Todos los niños de las islas deberían tener, como mínimo una vez en la vida, la oportunidad de navegar. Vivimos en las islas y no entiendo que no sea así”.
En optimist, los inicios.
De familia, la tía de Patricia y de José
La tradición familiar por la vela transmitida por su padre, continua hoy en día con sus sobrinos, Patricia y José. “Ambos navegaron desde pequeñitos, se criaron en el varadero del club, y tienen el mismo enganche por el mar que su abuelo. Ahora estaría orgulloso de ver a José compartiendo su tiempo entre su trabajo como patrón en barcos de recreo y buzo profesional, mientras que Patricia está embarcada en un proyecto olímpico en la clase 470”.
Cuando se publica esta entrevista Patricia acaba de ganar la medalla de plata en el Mundial de Vela de Clases Olímpicas de Aarhus (Dinamarca). Junto a su compañera, la catalana Silvia Mas, ha conseguido, además, la plaza para España para los Juegos Tokio 2020 y el Premio Nacional de Vela Terras Gauda al Equipo Olímpico del Año.
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