Ana Llaca: “En el agua hay paridad, pero en tierra el hombre sigue siendo quien manda en la vela”

Quinta de siete hermanos, Ana Llaca Díaz (Las Palmas de Gran Canaria, 1974) achaca su “carácter guerrero”  a su puesto en la saga familiar, justo entre tres varones. “Siempre digo que viene de ahí, recuerdo peleas con mis hermanos día sí y día también”, confiesa.

Entrenadora y ex regatista de élite, Ana Llaca es uno de los nombres propios de la vela en Gran Canaria. Además, habla inglés y francés, es técnico de Empresas y Actividades Turísticas, técnico Deportivo en Vela Aparejo Fijo Nivel 2 y  Máster en Dirección y Gestión Deportiva con la MBA.

En la actualidad ejerce su magisterio en el Real Club Náutico de Gran Canaria, especializada en vela infantil, y ha sido también responsable de las escuelas de la Federación Insular de Vela de Gran Canaria, donde vivió dos etapas como directora. 

Wichy Hernández, Ángel Zubiría, Pol Núñez y Ana Llaca en el Campeonato de Canarias de Optimist 2018.

En 2018 cumple 34 años de dedicación a este deporte con prácticamente solos dos interrupciones.

La primera se produce en su adolescencia, cuando se traslada con su familia a vivir a Casablanca (Marruecos) ya que su padre, militar de carrera, había sido nombrado vicecónsul de España. El siguiente curso lo hace en un instituto de EEUU, donde suple las ganas de navegar con el baloncesto y se convierte en la primera extranjera en formar parte de un equipo deportivo del centro.

La segunda interrupción tiene lugar hacia 2003 cuando decide apearse de la campaña olímpica para Atenas 2004 por razones que poco tienen que ver con el agua.

No volvería hasta 2009, cuando, ya convertida en madre,  vuelve a entrenar en el RCNGC. En 2014 su club de toda la vida le ofrece hacerse cargo de la clase Optimist, un reto que asume “con entusiasmo”.

Desde la perspectiva de estos treinta años, Ana observa que si bien es verdad que la presencia de la mujer en el deporte de la vela se ha incrementado en el agua, cuando saltamos a tierra sigue siendo minoritaria.

“A pesar de que cada vez intentan que en el agua haya más paridad, fuera del agua está claro que es un mundo de hombres. No tienes más que mirar para todos los lados, hay hombres aquí y allá en los puesto de responsabilidad. Es cierto que una mujer preside la Federación Española después de muchos años, pero a nivel de clubes, es raro encontrar alguno con una mujer responsable de la vela ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo de hombres todavía”. 

Ana Llaca recoge el trofeo de campeona de España de Optimist en Cambrils.

Llaca repasa su historia de amor con la vela desde el principio, desde los tiempos en los que debía contentarse con ayudar a su hermano Carlos a lavar el barco cuando llegaba a tierra.

Tendría 8 o 9 años y, aunque todos sus hermanos mayores ya habían pasado por la escuela de Puerto Rico, a ella le costó aún otro año de intensa persuasión en casa.  No había ninguna razón para la negativa, sólo tal vez cierta despreocupación por el hecho de ser la quinta de una familia tan numerosa.

Con 10 años, por fin,  hizo el cursillo de Puerto Rico. Corría el verano del 84. En aquel momento se premiaba a los tres primeros de las regatas que se celebraban en la Escuela de Vela Joaquín Blanco Torrent  con un curso de tecnificación impartido por el entrenador Manolo Pazos. Aquel regalo fue la puntilla, llovió sobre mojado y Ana se terminó “ de enganchar a la vela”. 

Su historia como regatista del Real Club Náutico de Gran Canaria comienza de un manera algo accidentada. Ella misma cuenta que el primer día que salió a navegar en Las Palmas de Gran Canaria rompió la orza del optimist contra una baja de Las Alcaravaneras. A la vista está que el incidente no le arredró. Ya ese curso protagoniza una rápida evolución y , tras un año en los grupos C y B, su segundo verano lo pasa entrenado con el A, otra vez con Manolo Pazos quien a la vuelta de las vacaciones le dice que ya  no cambie de grupo. 

A la caña del Yngling en Medemblik (Holanda) con Helga García y Eva Ríos.

Son años de intensa dedicación, tanta que, si no fuera por el colegio, no habría hecho nada más. Sábados y domingos eran para navegar, desde las 8 de la mañana, hora en la que los hermanos del Castillo, Gustavo y Yeyé, tocaban el timbre en su casa para seguir juntos hasta el club, hasta casi las ocho de la noche.

“Siempre cuento que hasta los veinte y pico no conocí la ciudad más allá de paseo de Chil porque mi vida era navegar”

En la clase Optimist fue dos veces campeona de España femenina, otra por equipos, y ganó también un subcampeonato nacional femenino y otro por equipos. Ganó dos Copas de España femenina y participó en dos Europeos (Hungría, 1988 y Suecia, 1989)

“Lo que más destaco de mi etapa de optimist con respecto a la actualidad es que entonces las niñas éramos poquísimas. Cuando viajaba a los campeonatos a veces iba yo sola. En una época coincidí con Mari Carmen Aranaz y con Laura Pazos, pero no había muchas más. Ahora en el varadero hay muchas chicas en todas las categorías, pero en aquella época estábamos rodeadas de niños”.

Tras el Optimist, prueba la clase 420 pero no se siente cómoda compartiendo barco con otra tripulante -”era demasiado independiente”-  y tantea el Europa, a pesar de que le faltan kilos.

Una semana antes de cumplir 16 años su carrera como regatista sufre el primer parón por el citado traslado familiar a Marruecos. Estudia en el Colegio Español y aprende francés.

Regresa a Gran Canaria con 18 años y vuelve a la vela. Primero en Europa y después en todo lo que le echen, como hacían todos los regatistas de la época. Crucero, snipe, Brenta 24 … Ana le da a todo y  se mete en el equipo preolímpico de la clase Europa pero para ser competitiva le faltan 15 kilos.

“Con poco viento iba muy bien en Europa, pero con rasca era imposible competir con las holandesas y alemanas que me sacaban 20 kilos”

La costumbre “de los regatistas de antes de darle a todo” le va ser muy útil en el siguiente reto de su carrera como regatista. El club decide montar un equipo femenino de la clase Yngling que había sido incluido en categoría femenina en los Juegos  Atenas 2004, y llaman a Ana. 

En esta foto con Laura Pazos, Ana lleva su jersey (rojo) de la suerte.

Se trata de un barco “supercomplicado” que requiere el concurso de tres tripulantes. Empieza a trabajar con un Soling, que es una clase muy parecida, y sus primeras tripulantes son Eugenia Cantero y Marisa Velázquez. Pronto Eugenia debe dejarlo porque sus ocupaciones le impiden viajar. Entra Eva Ríos. Empiezan a cosechar buenos resultados.

Un sexto en un Europeo en el Lago di Garda les da el pase al equipo olímpico, y de nuevo hay que buscar tripulante porque la base de entrenamiento se establece en Barcelona. En la capital catalana se ficha a la lanzaroteña Helga García con experiencia en la Vela Latina. Están siempre arriba , y Ana se saca el carné de conducir para poder conducir por Europa con el barco en el remolque. Tenía 27 años.

El mejor resultado de esta época es el oro que se cuelgan en  la Semana Olímpica de Hyéres (Francia) de 2002, pero por razones ajenas a los resultados deportivos, el sueño olímpico se trunca y Ana pasa tres años en seco. Desilusionada, no es capaz ni de mirar al mar.

2009 es el año del regreso. Primero sólo trabaja como entrenadora los fines de semana, después, ya en 2014,  se convierte en responsable de los optimist en el RCNGC a jornada completa. 

Navegando en Europa.

Desde su infancia los tiempos han cambiado. No solo hay casi tantas niñas como niños en el varadero, también todos ellos se desarrollan más temprano. Si antes se navegaba en la clase hasta los 15 años, hoy con 13 “ya no caben en el barco”. Así que hace un par de años se adelantó a los 6 años la edad de inicio.

“Mi faceta de madre me ha ayudado mucho, percibes cosas que no ven los entrenadores que no tienen hijos; no siempre, por supuesto. La evolución depende de cada niño, piensa que con  6 años te ponen en un medio inestable y te saturan de información. Hay que ir un poco a su ritmo”

 

 

Foto de portada: Ana Llaca y su hija, Ana Díaz.

Por Ángeles Arencibia

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